Nadie sabe por qué la música tiene un efecto tan potente en
nuestras emociones, pero gracias a estudios recientes ya contamos con algunas
claves.
Nos gusta la música porque nos hace sentir bien. ¿Y esto por qué sucede?
En 2001, los neurocientíficos Anne Blood y Robert Zatorre de la Universidad
McGill en Montreal demostraron que las personas que escuchan música placentera
activa regiones del cerebro llamadas límbicas y paralímbicas, que están
conectadas a respuestas eufóricas, como las que experimentamos con el sexo, la
buena comida o las drogas adictivas.
Estas respuestas proceden del impulso generado por el neurotransmisor
conocido como dopamina.
¿Supervivencia?
Es fácil entender por qué el sexo y la comida generan esta respuesta de la
dopamina que nos hace querer más, contribuyendo a nuestra supervivencia y
propagación.
¿Pero por qué sucede también con los sonidos, que nada tienen que ver con
nuestra supervivencia?
La verdad nadie la sabe. Sin embargo, ahora tenemos más claves de por qué la
música produce intensas emociones.
La teoría favorita actualmente entre los científicos que estudian cómo
nuestra mente procesa la música se remonta a 1956, cuando el filósofo y
compositor Leonard Meyer sugirió que la emoción en la música tiene que ver con
lo que esperamos y con si lo obtenemos o no.
Expectativas
Meyer elaboró unas teorías psicológicas de la emoción que proponían que éstas
surgen cuando somos incapaces de satisfacer un deseo.
Esto, como pueden imaginar, genera enfado y frustración, pero cuando
encontramos lo que queremos, ya sea amor o un cigarrillo, la recompensa es
dulce.
Según Meyer esto es lo que hace la música. Establece patrones de sonido y
regularidades que tratan de provocarnos predicciones inconscientes sobre lo que
se viene.
Si hemos acertado el cerebro obtiene un premio, que es el flujo de
dopamina.
El baile entre expectativas envuelve el cerebro con un manto de emociones
placenteras.
¿Pero por qué nos deberían importar estas expectativas? No es que nuestra
vida dependa de ello.
Antepasados de África
El musicólogo David Huron, de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados
Unidos, dice que quizás una vez sí que lo fue.
Hacer predicciones sobre nuestro entorno, interpretando lo que vemos y
escuchamos en base a informaciones parciales, podría haber sido esencial para
nuestra supervivencia, y a menudo todavía lo es, por ejemplo, cuando cruzamos
una calle.
Involucrar a las emociones con este sistema de anticipación podría haber sido
una buena idea.
Nuestros ancestros de la sabana africana no tenían el lujo de saber si un
crujido fue producido por un león o un mono.
Empleando el "cerebro lógico" y tomando un atajo a los circuitos límbicos
primitivos que controlan nuestras emociones, el proceso mental del sonido podría
causar una reacción de adrenalina, que nos prepara para escapar.
Aspecto cultural
Esta teoría de la anticipación suena prometedora pero es difícil de
probar.
Una razón es que la música simplemente ofrece tantas oportunidades de crear y
contradecir expectativas que no está claro cómo se debería medir o comparar.
Así que otra teoría apunta a que la emoción que produce la música tiene un
vínculo cultural.
Para tener una expectativa sobre cómo será una música necesitas conocer las
reglas, saber lo que es normal, y esto varía de una cultura a otra.
Y la música no sólo genera buenas vibraciones, también puede causar ansiedad,
aburrimiento e incluso ira.
Compositores y músicos hacen equilibrios sobre una fina cuerda, tratando de
adaptar las expectativas hasta el punto exacto.
Emociones indefinidas
La teoría de Meyer se vio reforzado por el estudio llevado a cabo por Zatorre
y sus colegas, que demostró que la respuesta estimulada por la música depende de
la comunicación entre "emoción" y "lógica" en el cerebro.
Pero nuestra respuesta a la música debe estar también condicionada por tantos
otros factores: si la escuchamos solos o en grupo, o si asociamos una canción a
una experiencia determinada.
Otras veces ni siquiera podemos reconocer qué emociones nos genera la
música.
Podemos reconocer una canción triste sin sentirnos tristes. Incluso si nos
sentimos tristes no es como una tristeza arrebatadora, y la música puede
disfrutarse aun provocando lágrimas.
Algunas piezas de Bach pueden generar emociones intensas incluso cuando no
podemos determinar qué clase de emociones son.
Así que nunca terminaremos de entender por qué la música estimula nuestras
emociones, al menos hasta que no sepamos mejor cómo es nuestro mundo
emocional.
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