Panamá. Los líderes de América Latina, de México a Brasil pasando por Argentina, han guardado silencio frente a denuncias de violación de derechos humanos en Venezuela.Y es poco probable que vayan a hablar en contra del país petrolero en la Cumbre de las Américas que se celebra en Panamá esta semana.
Los jefes de Estado de los países latinoamericanos tienen lazos comerciales e ideológicos con Venezuela y las recientes sanciones impuestas por Estados Unidos en contra de algunos de los funcionarios de ese país los ha puesto aún más a la defensiva.
Otros mandatarios no quieren ser vistos como mandaderos de Washington, especialmente si en casa enfrentan protestas o la caída de índices de popularidad.
“De manera exitosa, Venezuela ha usado la historia imperialista de Estados Unidos en su favor así como el uso de su poder, de una manera que ha hecho que todos quieran evitar criticarlos públicamente”, dijo Geoff Thale, analista del grupo de estudio Oficina de Washington para América Latina.
El mes pasado, el gobierno de Barack Obama revocó las visas y congeló los activos en Estados Unidos de siete altos funcionarios del estado venezolano acusados de cometer violaciones a los derechos humanos durante las protestas realizadas en contra del gobierno del presidente Nicolás Maduro. El malestar entre la población provocó la muerte de más de 40 personas y desató una ofensiva contra los críticos que llevó a la cárcel a varios dirigentes de la oposición, incluyendo el arresto sorpresivo del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.
Human Rights Watch y otros grupos de derechos humanos emitieron un comunicado el martes pidiendo a los mandatarios de los países que asistirán a la cumbre hacerle un llamado al gobierno de Maduro para que actúe frente al presunto acoso que padecen los defensores de derechos humanos en el país.
Pero las sanciones generaron el efecto contrario: en vez de generar un debate sobre los abusos, propiciaron una condena generalizada de los gobiernos de América Latina, lo que frustrará la victoria diplomática que Obama esperaba obtener en la Cumbre de las Américas por su decisión de restablecer las relaciones diplomáticas con uno de los némesis de la Guerra Fría: Cuba. La referencia de que Venezuela constituía una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, que es el lenguaje burocrático utilizado para aplicar las sanciones, generó inquietudes en una región que ha lidiado con una larga historia de injerencias de Estados Unidos: desde el apoyo a regímenes militares a esfuerzos por derrocar a gobiernos de izquierda.
El asesor adjunto de Seguridad Nacional, Benjamín Rhodes, sostuvo el martes en una conferencia telefónica, que el lenguaje utilizado en las sanciones es el que normalmente se usa cuando se emiten este tipo de sanciones en todo el mundo.
“Estados Unidos no cree que Venezuela represente algún peligro para la seguridad nacional”, dijo Rhodes. Las sanciones, agregó, “no son de una escala que, de alguna manera, pretendan atacar el gobierno venezolano en general”.
Ricardo Zúñiga, director del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos para Asuntos del Hemisferio Occidental, dijo en el mismo evento que “la situación al interior de Venezuela es claramente un motivo de preocupación para sus vecinos y otros países de la región”. Sin embargo, agregó, “nosotros no tenemos ninguna estrategia hostil hacia Venezuela”.
“Lo cierto es que tenemos interés de que Venezuela le vaya bien”, dijo. “Somos el mayor socio comercial de Venezuela. Compartimos una amplia y profunda historia entre ambos países, entre ellos una gran cantidad de lazos familiares”.
Maduro ha atacado las sanciones y le han dado un respiro a su gobierno en momentos en que la caída de los precios del petróleo iba a profundizar una crisis económica caracterizada por la escasez generalizada de bienes y servicios y una inflación del 68%.
Los jefes de Estado de los países latinoamericanos tienen lazos comerciales e ideológicos con Venezuela y las recientes sanciones impuestas por Estados Unidos en contra de algunos de los funcionarios de ese país los ha puesto aún más a la defensiva.
Otros mandatarios no quieren ser vistos como mandaderos de Washington, especialmente si en casa enfrentan protestas o la caída de índices de popularidad.
“De manera exitosa, Venezuela ha usado la historia imperialista de Estados Unidos en su favor así como el uso de su poder, de una manera que ha hecho que todos quieran evitar criticarlos públicamente”, dijo Geoff Thale, analista del grupo de estudio Oficina de Washington para América Latina.
El mes pasado, el gobierno de Barack Obama revocó las visas y congeló los activos en Estados Unidos de siete altos funcionarios del estado venezolano acusados de cometer violaciones a los derechos humanos durante las protestas realizadas en contra del gobierno del presidente Nicolás Maduro. El malestar entre la población provocó la muerte de más de 40 personas y desató una ofensiva contra los críticos que llevó a la cárcel a varios dirigentes de la oposición, incluyendo el arresto sorpresivo del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.
Human Rights Watch y otros grupos de derechos humanos emitieron un comunicado el martes pidiendo a los mandatarios de los países que asistirán a la cumbre hacerle un llamado al gobierno de Maduro para que actúe frente al presunto acoso que padecen los defensores de derechos humanos en el país.
Pero las sanciones generaron el efecto contrario: en vez de generar un debate sobre los abusos, propiciaron una condena generalizada de los gobiernos de América Latina, lo que frustrará la victoria diplomática que Obama esperaba obtener en la Cumbre de las Américas por su decisión de restablecer las relaciones diplomáticas con uno de los némesis de la Guerra Fría: Cuba. La referencia de que Venezuela constituía una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, que es el lenguaje burocrático utilizado para aplicar las sanciones, generó inquietudes en una región que ha lidiado con una larga historia de injerencias de Estados Unidos: desde el apoyo a regímenes militares a esfuerzos por derrocar a gobiernos de izquierda.
El asesor adjunto de Seguridad Nacional, Benjamín Rhodes, sostuvo el martes en una conferencia telefónica, que el lenguaje utilizado en las sanciones es el que normalmente se usa cuando se emiten este tipo de sanciones en todo el mundo.
“Estados Unidos no cree que Venezuela represente algún peligro para la seguridad nacional”, dijo Rhodes. Las sanciones, agregó, “no son de una escala que, de alguna manera, pretendan atacar el gobierno venezolano en general”.
Ricardo Zúñiga, director del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos para Asuntos del Hemisferio Occidental, dijo en el mismo evento que “la situación al interior de Venezuela es claramente un motivo de preocupación para sus vecinos y otros países de la región”. Sin embargo, agregó, “nosotros no tenemos ninguna estrategia hostil hacia Venezuela”.
“Lo cierto es que tenemos interés de que Venezuela le vaya bien”, dijo. “Somos el mayor socio comercial de Venezuela. Compartimos una amplia y profunda historia entre ambos países, entre ellos una gran cantidad de lazos familiares”.
Maduro ha atacado las sanciones y le han dado un respiro a su gobierno en momentos en que la caída de los precios del petróleo iba a profundizar una crisis económica caracterizada por la escasez generalizada de bienes y servicios y una inflación del 68%.
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