"La vida aquí depende totalmente de las
precauciones que tomes porque cualquier error te la puede quitar",
lamenta el activista Abu Bakr, que añora los tiempos en que había
"libertad" en la ciudad de Al Raqa, el principal bastión del Estado
Islámico (EI) en Siria.
Cualquier "equivocación" puede tener un
desenlace fatal para los habitantes de las zonas tomadas por el grupo
yihadista, que declaró a finales de junio un califato islámico en el
territorio sirio e iraquí bajo su control.
"Por una falta puedes
ser interrogado o llevado ante una corte islámica, incluso si fue
involuntaria", explica a Efe por internet Abu Bakr.
Al Raqa fue la
única capital de provincia que fue arrebatada totalmente por los
rebeldes al régimen de Bachar al Asad en marzo de 2013, pero poco
después cayó en manos del EI.
Allí, los extremistas aplican una
versión estricta de la "sharía" o ley islámica, con restricciones como
la prohibición de vender alcohol y tabaco y la obligatoriedad de llevar
"niqab", velo que cubre todo el rostro menos los ojos, a las mujeres.
"Ellas
ni siquiera pueden salir a la calle si no van acompañadas por un
'mehrem", varón de la familia, subraya el activista. Tampoco hombres y
mujeres pueden mezclarse en sitios públicos ni viajar juntos.
Aunque
la enseñanza en los colegios es similar a la de otras áreas en manos de
los insurgentes, el EI ha establecido centros especiales donde imparte
su interpretación de la "sharía" para desarrollar el pensamiento
yihadista entre los menores de siete a quince años.
En Al Raqa,
hay gente que los apoya por temor, mientras que otros intentan
mantenerse alejados y hay quienes se oponen al EI pero en secreto.
Nesim
es un activista que está escondido después de que los extremistas
irrumpieran en su casa en la población de Manbech, en la provincia de
Alepo, y le quitaran su cámara y ordenador.
"Manbech era una de
las áreas en mejores condiciones tras ser liberada por los
revolucionarios -añora-. Los rebeldes habían creado una administración
local para reanudar la vida normal y ofrecer servicios".
Sin
embargo, todo cambió cuando el Estado Islámico se hizo con el dominio de
Manbech el 2 de enero pasado: "Detuvieron a activistas y a los símbolos
de la revolución, así como a profesionales, como abogados y empleados
de la administración local rebelde, que eran quienes hacían funcionar la
ciudad", se queja.
En una conversación con Efe por internet,
Nesim detalla que aquí los radicales también impusieron restricciones y
destruyeron mausoleos de "santos" locales como la mezquita del jeque
Oqail al Manbechi.
"Clausuraron los estancos, y a las personas que
estaban en ellos durante los registros las azotaron. El dueño de la
tienda que se negara a cerrar lo encarcelaban durante tres días",
rememora.
Al menos en diez ocasiones el EI castigó a gente en la
plaza principal de Manbech por cometer "delitos", con sanciones como
decapitaciones, amputaciones de manos y latigazos.
Ahora, no queda
ningún rebelde armado, porque cuando el EI tomó el control expulsó a
todos los miembros del Ejército Libre Sirio (ELS) y del Frente Islámico y
adoptó una línea dura con los civiles, con lo que más de 2.000 familias
huyeron, dice Nesim.
La provincia siria por la que más han
avanzado en las últimas semanas los yihadistas es Deir al Zur,
fronteriza con Irak, donde un gran número de brigadas insurgentes han
cambiado de bando y han jurado lealtad al EI.
"A algunos lograron
convencerles pero la mayoría se ha unido a ellos por temor. En algunos
pueblos, el EI entraba cortando cabezas", subraya el portavoz del
Consejo Militar rebelde en Deir al Zur, Enmar al Turkmani.
Para
este opositor, la irrupción de este grupo yihadista en el territorio
sirio ha sido "una puñalada por la espalda para la revolución", porque
va a hacer que el régimen de Al Asad se aproveche y progrese en todas
las direcciones.
A su juicio, la única manera de derrotar al EI es
con una cúpula rebelde unificada y que todas las brigadas actúen bajo
sus órdenes.
"El EI entró en Deir al Zur con armas muy pesadas,
desde baterías antiaéreas hasta blindados Humvee. Arrebataron a los
milicianos del ELS las armas que habían recibido de su Consejo Militar
Supremo", revela Al Turkmani Por ello, no les ha llegado hasta
ahora más armamento. "La última tanda de armas estaba valorada en 3.000
millones de dólares, nos la quitó el EI y desde entonces no ha habido
más", deplora.
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