La
buena nutrición, protección, estimulación y afecto por parte del padre y
la madre son cruciales para el aprendizaje y la salud mental y física
de los niños durante sus primeros 1,000 días de vida. En otras palabras,
el involucramiento de los progenitores, especialmente del padre, en
actividades tan sencillas como dar de comer y jugar con los hijos,
sientan las bases para el desarrollo de una sana autoestima, una mejor
adquisición de competencias sociales y mayor capacidad de adaptarse y
ser más productivo, según muestran investigaciones en el ámbito de la
neurociencia.
Lamentablemente, sólo el 6.4% de los niños y niñas
de 3 y 4 años del país ha interactuado con su padre biológico en
actividades como leer, contar cuentos, cantar, pasear, jugar o dibujar,
que promueven un buen desarrollo de la infancia, según datos de la
encuesta Enhogar- MICS del año 2014.
De ahí que, el Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), a través de su representante
en el país, Rosa Elcarte, insistiera ayer en la necesidad del
involucramiento del padre en la crianza de los hijos en la primera
infancia.
Según Elcarte, se ha demostrado que la falta de
estimulación de los bebés, el abandono, la violencia contra ellos, la
desnutrición y la pobreza reducen drásticamente el desarrollo de sus
conexiones neuronales y contribuyen a producir retrasos y problemas de
desarrollo que luego son difíciles y costosos de revertir.
“Realmente
¿los papás se comportarían así si supieran que la neurociencia ya ha
demostrado que solo con jugar e interactuar con su bebé están marcando
su futuro? Muchos papás no lo saben, no tienen este conocimiento que les
acabo de compartir. Otros papás, aun conociéndolo, afirman que no
tienen tiempo para hacerlo”, manifestó la representante de la agencia
internacional.
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